El Beato Frédéric, no es de esos que uno llama un teólogo que brilla, al explicar el evangelio extrayéndole todo el significado de una manera progresista. No, él, explica lo que siempre ha dicho la Iglesia en la expresión de su fe, pero lo hace con calor, con brío, con pasión, en el tono de la confianza, dicen los testigos, de suerte que nos remite directamente a Jesús de Nazaret. Su vida y su predicación son una ilustración de eso que dicen de Jesús mismo: El celo de la casa de Dios me devora (Jn 2,17). El celo pastoral de este predicador infatigable, encuentra su origen en su amor del país Jesús. Además de las fraternidades seculares de san Francisco y de su párroco que suelen visitarlo seguido en plena semana, lo piden sin descanso para las predicaciones. Los peregrinos del verano, venidas en barco o en tren a la Basílica de Sainte-Anne de-Beaupré, al Santuario Notre-Dame-du-Cap y después de 1912, en el Oratorio Saint-Joseph du Mont-Royal, le ofrecen una oportunidad privilegiada de prolongar sus audiencias frente a un auditorio ganado por adelantado.
Él envía su palabra: el deshielo se produce; Él extiende su aliento: las aguas fluyen
(Ps 147, 18)
Él, puede pronunciar 100 alocuciones en 9 días, como lo hizo en el Cairo en 1881, sus alocuciones son de una duración de dos horas; a veces, él, hace hasta seis alocuciones el mismo día, llevando, a veces dos retiros por adelantado, como en Bordeaux y después en el Cairo. El predica mucho tiempo, preside la Eucaristía, escucha las confesiones, a veces de 8 horas por la mañana, 10 horas por la tarde. El Padre Léandre Poirier escribe:
«Si nos detenemos solamente en la fiesta del 2 de agosto de Notre-Dame-des-Anges o la Indulgencia de la Porciúncula, debemos hablar del verdadero maratón, que cubre la animación desde el día antes al medio día, hasta la tarde de la fiesta, bien entrada la noche; mientras que los fieles se renuevan constantemente para ganar, las más indulgencias posibles, según el número de sus visitas a la Iglesia.»
Conectado a una fuente interna
Es una experiencia mística y nupcial, y por lo tanto es primero subsidiaria. Él vive verdaderamente como un hijo de María. Eso se manifiesta a través de su obediencia a sus superiores, lo que no le impide ser audaz. Por lo tanto, no es una obediencia estrecha, pero si, una obediencia imaginativa, audaz, conmovedora. Sus superiores han debido decir seguido: obsérvenlo, el desborda por su libertad interior y su capacidad de ir hacia la vida. La gente no se equivocó, los simples, los pequeños, aquellos que tienen el don de discernir a través de él, una auténtica presencia de Dios. No nos fatigamos de escucharlo. Las personas se emocionan, lloran, las sanaciones exteriores llegan, pero él, está seguro que las sanaciones interiores son infinitamente más numerosas. Él envía su palabra sobre la tierra, su palabra viaja rápido.